Desde fines del siglo pasado, una tormenta de "ley y orden" ha transformado el debate y las políticas públicas sobre el delito y el castigo de una manera que ningún observador de la escena penal podría haber previsto anteriormente.
Los gobiernos se rinden a la tentación de apoyarse en la policía, los tribunales y la prisión para refrenar los desórdenes generados por el desempleo masivo, la generalización del trabajo asalariado precario y el hundimiento de la protección social. Las cárceles de la miseria describe la formación de este nuevo sentido común punitivo en Estados Unidos por obra de una red de usinas conservadoras de ideas durante la era Reagan, como un arma en su cruzada para desmantelar el Estado de Bienestar, y su exportación a Europa occidental y al resto del mundo, junto con la ideología económica neoliberal que ella traduce y aplica al reino de la "justicia".
El libro muestra también que la transición del Estado social al Estado penal, cuya punta de lanza fue el viraje norteamericano al hiperencarcelamiento como singular política contra la pobreza, augura el advenimiento de un nuevo gobierno de inseguridad social que unirá la "mano invisible" del mercado laboral desregulado con el "puño de hierro" de un aparato punitivo invasor y omnipresente.
Las cárceles de la miseria se publicó en una docena de idiomas a pocos años de su edición original en francés. Esta apasionada reacción a un tema por demás imbricado en los tiempos actuales muestra la pertinencia de un análisis que esclarece una realidad social que se reproduce a lo largo del mundo.
A diez años de su primera edición en castellano, presentamos una segunda edición ampliada, con una introducción y un epílogo nuevos que analizan la problemática penal y que ponen en perspectiva el sorprendente éxito del libro en todo el mundo.
Denuncia de las «violencias urbanas», aumento continuado de la población carcelaria, represión intensificada de la delincuencia juvenil y hostigamiento de los sin techo; por todas partes se deja sentir la tentación de apoyarse en las instituciones policiales y penitenciarias para atajar los desórdenes provocados por el desempleo, el salario precario y los recortes de la protección social. Loïc Wacquant traza las vías por las que este nuevo «sentido común» punitivo -elaborado en Estados Unidos por una red de think tanks neoconservadores- se ha internacionalizado, auspiciado por la ideología económica neoliberal, cuya traducción es en materia de justicia. El paso del Estado providencia al Estado penitencia anuncia la aparición de una nueva forma de gobernar la miseria, que aúna la mano invisible del mercado de trabajo descualificado y desregulado con el largo brazo de un aparato penal omnipresente. Frente a la inseguridad -sostiene Wacquant- Europa se enfrenta a un dilema histórico entre la penalización de la pobreza y la creación de un Estado social digno de ese nombre.