En el prólogo a su edición de las Obras completas de Manuel José Othón (1858-1906), Jesús Zavala, afirma «es innegable que en El montero Espinosa, El pastor Corydón, Encuentro pavoroso, Coro de brujas y El nahual, el paisaje se asocia a la narración [...] En estos cuentos y novelas cortas lo que da vida a la narración es el paisaje. Sin él, la narración sería un esqueleto descamado. También es indiscutible que la prosa de Othón exhala el perfume de los jardines de Cervantes. Esto no es extraño. En su correspondencia, el poeta se precia de conocer el carácter de las obras de Cervantes como pocos. Prueba de ese conocimiento es su pieza dramática en un acto El último capítulo, escrita en 1905 en honor de Cervantes, con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. La importancia de estos cuentos y novelas cortas está en su originalidad, que nace del mexicanismo de Othón y, muy principal mente, de su manera singular de ver, de oír y de describir, narrar cuanto hería su imaginación y sus sentidos, así como de su gran corazón, de su amor por el pobre y el desvalido, por nuestros pastores y labriegos. [...] Estos dolores y tragedias, lo mismo que el conocimiento de sus creencias y supersticiones, le proporcionaron la materia de sus narraciones».