"¿Cuándo va a salir a la realidad?", le preguntó un colega a Robert Stoller mientras conversaban acerca de las comodidades de la vida académica, que suele alejar a los profesores de las realidades que investigan. La pregunta, al parecer, lanzó al psicoanalista estadounidense, un estudioso de la dinámica de las perversiones, hacia una aventura etnográfica sin precedentes en la literatura analítica: una expedición hacia el mundo del sadomasoquismo consensual, en la comunidad S & M de West Hollywood, ubicada curiosamente a tan sólo diez minutos de la universidad. "Con el mismo hormigueo de excitación que se siente al aceptar la idea de dejarse caer en medio de una tribu de Nueva Guinea -dispuesto a admitir las consecuencias porque no es posible imaginarlas- accedí", señala.
Con el debido asesoramiento técnico, el autor recorrió diversos establecimientos de S & D (iniciales de "servidumbre" y "disciplina"), donde muchas personas, en su gran mayoría hombres, satisfacen diariamente sus impulsos sádicos y masoquistas a cambio de un arancel. Una vez allí, Stoller entrevistó personalmente a dueños, empleados y concurrentes, y también organizó una red de informantes especializados.
El libro es, básicamente, el testimonio de esa experiencia impar, y está escrito en un lenguaje accesible, casi sin tecnicismos. Acaso el relato presente más el tono y la cadencia de un texto antropológico que el de uno psicoanalítico. Stoller quiere evitar a toda costa el cientificismo, muchas veces moralizante, de ciertas definiciones que tienden a encasillar los comportamientos humanos y que favorecen, por ejemplo, una concepción peyorativa del término "perversión"; por eso habla de una "aberración en el diagnóstico de la aberración".
El impacto de las primeras páginas, meramente informativas, es inevitable. Allí se detallan las diferentes técnicas (azotamiento, perforación, colgadura, amordazamiento, entre otras) y el instrumental específico que corresponde a cada una de ellas.
Ahora bien, lo que el psicoanalista norteamericano comienza a advertir -no sin antes confesar sus propios prejuicios- es que si algo caracteriza la práctica del sadomasoquismo consensual es su dimensión teatral, su puesta en escena. De modo que, aun cuando pueda llegar a suponerse lo contrario, no se trata de expresiones francas de hostilidad o de crueldad sino de "defensas bastante exitosas contra dichos impulsos". En ese sentido, los escenarios de S & M (prisiones medievales, cámaras de tortura, consultorios médicos, puestos militares, entre otros), aparentemente tan peligrosos, han sido concebidos, en realidad, para evitar ese riesgo, creando en todo caso una "ilusión de peligro", entiende el autor. "Los actores -Stoller no vacila en llamarlos así- temen y desprecian a los practicantes desorbitados, aquellos cuya excitación depende del sadomasoquismo no consensual: los violadores, los acuchilladores de extraños, las bestias cuyas prácticas deshumanizadoras ya no son juegos consensuales. El arte del sadomasoquismo es su teatralidad, su deliciosa simulación del daño, del alto riesgo", sostiene, y agrega que para descubrir verdaderamente dónde se oculta el placer en este tipo de prácticas ha de buscarse no tanto en el cuerpo como en el guión. La pregunta, a esta altura, ya no es por qué estas personas se azotan o se dejan azotar sino más bien por qué los fascina este tipo de libretos.
Las entrevistas a personajes del mundo S & M que transcribe el libro constituyen un material de investigación inestimable, además de ser francamente entretenidas. Stoller no disimula su fastidio con respecto al dogmatismo, la solemnidad o la impostura que a veces exhibe la comunidad psicoanalítica, por eso se propuso llevar a cabo una experiencia novedosa. Es cierto que, en medio de ese saludable desacuerdo, sus críticas a algunos postulados freudianos son por momentos desproporcionadas. Sin embargo, lo menos que puede decirse de su expedición por el teatro del dolor es que ha dejado enseñanzas: clínicas en primer lugar, pero también metodológicas.
En este libro, un psicoanalista explora el mundo del sadomasoquismo consensual. El autor observa estas prácticas y las estudia en su intento por comprender la enigmática cuestión de por qué algunas personas asocian dolor y humillación con un intenso deseo erótico.