Oscar Wilde puso demasiada dedicación en realizar versos con frases perfectamente articuladas. Trató de encontrar belleza en las cosas triviales. Además de ser un gran dramaturgo, se desarrolló como un deslumbrante narrador, sirvan como prueba estos once cuentos, cuya mezcla de emociones resulta exquisita. En El fantasma de Canterville, tal vez el más famoso de sus relatos, Wilde nos habla con un gran sentido del humor, metiéndonos de lleno en las aventuras de un pobre fantasma a quien los hijos del castillo donde habita hacen infinidad de travesuras, pero que es ayudado por la compasión de una joven. En otro de sus cuentos, El príncipe feliz, contrasta el mundo material de los profesores y concejales de una ciudad, con la postura generosa y grata de una golondrina y la estatua de un príncipe. Éstos, preocupados por ayudar a los necesitados, conmueven al mismo cielo. Y, ya sea con una carcajada o con una reflexión sobre el sacrificio y el sufrimiento, Wilde nos muestra su particular visión del mundo