El fenómeno de la pobreza posee una relevancia moral y política, no únicamente económica. Entraña un problema de carácter normativo (o sea, supone un imperativo ético) que expone por qué debe ser combatida. A menudo se da por sentada la idea de que la economía y las políticas públicas que la implementan tiene que ver con la administración de los bienes y recursos escasos, asumiendo la pobreza como un mero dato, como un hecho social que habría sólo de ser constatado, pero que no sería susceptible de ningún juicio de valor. La existencia de ricos y pobres en las sociedades sería un hecho natural ineludible.