Su agilidad narrativa y la riqueza de sus siempre exóticos paisajes le granjearon el favor del público juvenil. Impulsado por el éxito, escribió medio centenar de novelas. El mar Caribe, la India británica, el cercano Oriente de las Cruzadas, las llanuras de Norteamérica, los océanos del mundo fueron algunos de los escenarios de sus míticos héroes. Sandokan, el Corsario Negro, el capitán Tormenta... Entre ellos se destaca el León de Damasco, en el marco apasionante de las Cruzadas.
fantasía histórica.
Nos hallamos ante la continuación de otra estupenda novela, El Capitán Tormenta.
El año, 1571. Los turcos están decididos a conquistar la república de Venecia, y su victoria se hace efectiva con la captura del vizconde de Le Hussiere. Mientras tanto, en Famagusta, el Capitán Tormenta demuestra su liderazgo. Todos creen que es un hombre, pero en realidad se trata de una bellísima duquesa, enamorada de Le Hussiere.
Su peligrosa mascarada tiene por fin el rescate del hombre al que quiere convertir en su esposo. Y con ese fin, ha de enfrentarse al bravo Muley el Kadel, apodado el León de Damasco. Luchan y Tormenta le perdona la vida. No imagina que con ese gesto de generosidad cambiará su destino.
"Ahí tenéis la bandera azul de los tres leones rampantes... Allí está la galera del bajá de Damasco. ¡Izad la nuestra!... Señora, ya se aproxima el momento de la venganza.
Aquellas palabras las pronunciaba un guerrero turco de elevada estatura, membrudo y de piel bastante bronceada, quien, al parecer, acechaba desde días atrás la llegada del navío, en lo alto del imponente castillo de Hussif, sólida mole de construcción veneciana, tan maciza y fuerte que se precisaron doscientas galeras turcas para obligar a rendirse a los últimos bravos que sobrevivieron a la caída de Chipre. Frente al mar y a la tierra alzaba sus elevadísimas torres y sus espaciosas terrazas, defendidas por más de cincuenta culebrinas y de veinte bombardas, imponiendo respeto. La voz del fuerte guerrero, tan rotunda como el mugido de un toro, se impuso por un instante al fragor de la resaca y resonó de arriba abajo de la torre. Pasado un momento surgió una joven, que salió de una de las torres, y penetró casi a la carrera en la terraza. Era muy hermosa y tendría unos veinte años; alta, esbelta, de ojos negrísimos que resaltaban bajo largas cejas bellamente delineadas, de boca pequeña con rojos labios semejantes a cerezas maduras, y cabello larguísimo y suelto, de color ala de cuervo" (El León de Damasco, Ediciones Nauta, 1983).