En el Rig-Veda, al preguntarse por los porqués de esta existencia, los antiguos rishis de la India se contestaban: "Sólo Él lo sabe". Y ante la sombra de la duda, aún se cuestionan: ¿Y siquiera Él lo sabe?...
Para el viajero sin destino, la vida es sólo un viaje del que ni siquiera la muerte delimita las fronteras. Somos; todo lo demás es puro acaecer, mera experiencia; y ni siquiera existe una frontera cierta que separe lo que somos, de las cosas que percibimos al transitar la vida. Tampoco existe un más allá; un antes y un después. El viaje empieza y acaba aquí y ahora, en este preciso lugar y en este instante; y sin embargo, no hay ni existirá jamás concepto de la realidad alguno que delimite sus fronteras.
En este libro de relatos, Moncho Dicenta nos hace viajar más allá de cualquier realidad conceptual posible. Sus personajes van y vienen sin limitación alguna de espacio, tiempo o territorio; discurren por abruptos senderos de mundos improbables, traspasan las fronteras de los sueños; en su vagar errático, se tropiezan los unos con los otros; como tienen la inveterada costumbre de caminar a solas, se distancian; como, en realidad, las distancias no existen, se reencuentran; como arriban por caminos diferentes, se relatan sus respectivas experiencias y prosiguen su viaje interminable. Y al final, resulta que si somos, es tan sólo porque existe el devenir de nuestro viaje; de no ser por sus inagotables contingencias, ni siquiera gozaríamos del don de la existencia.
MONCHO DICENTA hijo y nieto de autores teatrales, nace en Madrid en febrero de 1948. Debido a algunas desavenencias familiares es internado en un orfelinato del que sale a los doce años para regresar junto al padre.
Al cumplir los dieciséis, se separa de éste y se echa a vagabundear, mochila a cuestas, por las rutas de la Europa de los sesenta y de algún que otro país del norte de África.
Cumplidos ya los veinte, regresa a España; hace teatro durante dos o tres años, consigue un par de menciones literarias, queda finalista del premio Alfaguara de novela; esporádicamente, escribe en revistas y diarios; pero, sobre todo, trasnocha, y sueña, y ama.
A los veintisiete se instala en Ibiza con sus dos hijos.
A partir de los treinta años, viaja a la India, México, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, regresando finalmente a la isla ya cumplidos los cincuenta.