La tradición religiosa transmitió una imagen de María Magdalena muy diferente de la que aparece cuando se investiga su historia. Ella fue una verdadera excepción entre las mujeres de su época. Sabía leer y escribir, verdadero privilegio del que no gozaban las mujeres judías de entonces, relegadas a una situación de sumisión al hombre y de ignorancia, prácticas misóginas continuadas por el cristianismo. Pero, además, tenía conciencia de que el único modo de alcanzar el contacto con lo divino era mediante el conocimiento.