La sombra de un escritor o la prehistoria de un abuelo, el espacio exterior o los bajos fondos de una piscina, las siniestras posibilidades de la compota o el Apocalipsis casi secreto de un cuento bajo la lluvia. San Francisco o la Patagonia, el hallazgo de un tesoro o los extravíos del amor son apenas algunos de los personajes y lugares y situaciones y síntomas que aletean en las páginas de Los pájaros. Relatos que siempre se inician con la engañosa calma de quien se sabe dueño de una buena historia y que se tomará su tiempo para contar todas y cada una de sus plumas, para así disfrutar de la sorpresa del lector cuando los acontecimientos se precipiten y no quede más que rendirse ante el vuelo de una nueva y eficaz forma de narrar. Algo que a partir de Los pájaros bien podría definirse como lo bertiginoso. Algo que a partir de aquí, será identificado como el inequívoco bértigo de esos cuentos que han reclamado para sí y para siempre, las jaulas de nuestra memoria.