Impregnado en el alma mexicana, el petróleo yace en las entrañas de las tierras y en el fondo del mar patrimonial. Es la gran heredad donada por la naturaleza al pueblo de México, una fuente de riqueza incalculable escriturada por la historia como patrimonio nacional cuya condición fue abruptamente demolida en 1901 por el afán del presidente Díaz de abrir su explotación a los apetitos trasnacionales. Correspondería a los constituyentes restituir su condición original en favor de la nación, decisión soberana que dio lugar a una fuente interminable de conflictos con los grandes intereses petroleros trasnacionales que culminaron con la expropiación de las principales empresas petroleras en 1938. Un espléndido ejercicio de soberanía de la nación. A causa de la explotación exhaustiva del segundo yacimiento más grande del mundo (Cantarell), la producción de hidrocarburos se desplomó con el consiguiente impacto en las exportaciones y en las finanzas públicas. Ante tal situación, el gobierno tomó la decisión de ofrecer a las empresas privadas nacionales y extranjeras la oportunidad de participar en toda la cadena productiva, desde la exploración y explotación hasta su transformación industrial y comercialización. Esta es la reforma energética recientemente aprobada por el Congreso de la Unión. Con un enfoque crítico y ampliamente documentado, el lector encontrará en estas páginas una fuente de conocimiento fundamental para comprender esta delicada cuestión, vital en el destino de la nación.