De la novela al cuento. En sentido inverso al de Tito Monterroso, Edgardo Arredondo tiene en el cartonista Tony Peraza al cómplice ideal para incursionar en este género literario. En los Profanadores (Historias consta, de todo un poco) el escritor deja que el médico que lleva adentro asome por momentos las narices, con cierta alevosía, para que con alguna vivencia personal, tal como sucede en "El confidente", "Los profanadores", "Los rivales", mediante su religiosidad extraviada en "San Antonio" y "El Dilema", sus desvaríos al mirar a la muerte, como ocurre en "La cita" o "La última cena", sin quitar su cuota mórbida de sarcasmo reflejada en "El Duelo" (mención honorífica en el concurso de cuentos Beatriz Espejo de 2017) y "Paranoia", la trastocada pluma estampe al final relatos que están impregnados de humor negro, giros inesperados, mensajes profundos, una cuota de humanismo y todo lo que conlleva a que esta primera colección de cuentos sea amena, divertida y a la vez reflexiva.