Cuando se publicó Un día más contigo me acordé de pronto de que, cuando yo cursaba segundo de primaria, un compañero de clase murió. No lo conocía muy bien; era un chico que sacaba siempre las mejores notas en todos los exámenes, pero enfermizo, y a menudo faltaba a clase, uno o dos días al principio, luego una o dos semanas, hasta que, al final, todos acabamos por acostumbrarnos a su ausencia. Al cabo de un tiempo, sin que nadie supiera a partir de cuándo, ya no volvimos a verle. Fue como si sus compañeros de clase nos hubiéramos olvidado de su existencia, o que apenas nos diéramos cuenta, y solo fuéramos vagamente conscientes de que había caído enfermo y se había ido. El maestro tampoco lo mencionó o, si lo hizo, no me acuerdo: todo me parece muy difuso.
Más tarde me acordé de otros acontecimientos relacionados con este. En cuarto de primaria, mi maestro también murió, creo que por alguna dolencia pulmonar. Era un hombre alto y guapo, muy moreno, que siempre iba vestido con pantalones blancos holgados de corte occidental, que se le inflaban cuando soplaba el viento, y hablaba en chino mandarín. Un buen día, vino a clase un sustituto, y a él fue como si se lo hubiera llevado el viento.
También en mi niñez estuve a punto de morir. Cuando yo era pequeño, por delante de mi casa, pasaba un gran colector de aguas pluviales, y un día en el que soplaba un tifón, por un descuido, me caí dentro. Normalmente el nivel del agua del colector era muy bajo, pero ese día, por culpa del tifón, el agua llegaba casi a la altura de la calzada, y me arrastró casi hasta un puente cuando tuve la suerte de que me rescataran.
El tiempo que pasamos juntos fue como unos fuegos artificiales, que llenan todo el firmamento, pero, en un abrir y cerrar de ojos, se desvanecen. La añoranza, en cambio, es como una semilla enterrada en lo más hondo del corazón y que lentamente germina.
Un acuerdo entre amigas, secreto, privado y sagrado, lleva a una niña a recorrer un largo camino que nunca antes había recorrido en soledad. Una ausencia que se hace presente a cada paso, en cada soplo de aire, en el movimiento de las ramas, en clase de matemáticas, en un último abrazo donde se echa en falta a alguien.