Después de la publicación de A través del río y entre árboles, la crítica de su país y del mundo, consideró que Ernest Hemingway estaba acabado como escritor. Nada en ella sostenía o reverdecía los laureles que le habían dado fama, prestigio y popularidad mundial.
Sin embargo, dos años más tarde, en 1952, Hemingway volvería a conmocionar al mundo, y no sólo al mundo literario. Su nueva novela, El viejo y el mar, fue publicada por la revista Life y se vendieron 5 millones de ejemplares en 48 horas. Cartas, mensajes, saludos en las calles, lágrimas a torrentes llovieron sobre Hemingway, también el Premio Pulitzer y, poco después, el Premio Nobel de literatura. Fue la consagración definitiva, irrebatible y su manera de quedar para siempre asentado en esa pequeña historia de la popularidad masiva. El viejo y el mar tenía como temática una de las pasiones del escritor estadounidense: la vida marítima, la pesca. Era la historia de un viejo pescador cubano que enfrenta una de sus epifanías vitales: sostener el valor ante el fracaso. La novela se convirtió así en símbolo, en fábula y en mensaje: El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destrozado pero no derrotado. A casi medio siglo de su primera edición, esta pequeña obra maestra de la literatura estadounidense y de Hemingway, sigue siendo una lectura instructiva, amena y un hermoso texto literario.