Recibia favores de la realieza quien acertaba a descifrar un sueño. En la Antiguedad era una advertencia y un presagio. En la Edad Media se elucubró con enfermedades y asechanzas diabólicas. El sueño barroco fue despedazamiento y corrupción.
Sigmund Freud dictaminó realización de deseos; Alfred Adler, plasmación de semejanza neurótica.
En el sueño se cumple la metáfora poética: una nube puede significar riqueza; un jarrón desesperanza.
Las narraciones colectivas de los pueblos expuestas como mitos tienen la estructura del sueño.
Así pues, un sueño es un mito individual.
No existe la identidad de persona, ni causa ni efecto, ni unidad de lugar ni de tiempo. El sueño es un conocimiento carente de razón.
Son sueños soñados todos los de este libro, transcritos varias veces en limpio de la libreta del buró nocturno para que el mismo que los soño pudiera entenderlos.
Jorge Arturo Ojeda ha dedicado gran parte de sus lecturas a las teorías del sueño, desde la función fisiológica del reposo hasta el poema onírico pero aquí entra en la práctica: es solamente un humano en los brazos de Morfeo.
Censo de sueños y dos percepciones extrasensoriales es su libro más singular.