Nosotras (las trans) no somos las enemigas que acechamos los espacios (feministas), no estamos en un lugar seguro ni privilegiado en esta sociedad, basta creerlo con las cifras diarias de mujeres desaparecidas y asesinadas en este país: casi 10, de las cuales 4 son mujeres trans. Nuestros tránsitos tambien implican un acto sororario de generar alianzas y poner nuestras vulnerabilidades en el centro para dar cuenta de lo mucho que podemos compartir y generar en colectivo juntas, aliadas, fúricas y contundentes. No somos sujetas del bilé y la falda, no hacemos política desde ahí, encarnamos la violencia del estado patriarcal y ponemos la cuerpa en el absurdo cisgenerista-heterosexual-capitalista-colonizante.
Nunca no bastó pintarnos los labios de rojo carmín o ponernos una falda para asumirnos mujeres, ¡nacimos mujeres! Y nos hicimos justicia a nosotras mismas. Nuestra postura no es un ir y venir entre el bilé y el bigote, es una postura clara de batalla y autogestión afectiva (...) Lo nuestro no es la comodidad ni el efimero de portar una falda, es nuestra cuerpa, nuestra piel, nuestra puesta en el espacio lo que hace nuestro principal activismo, nuestra política intima y la "otra" marcha de todas nosotras las mujeres: el día a día en el que tenemos que salir al mundo animadas y con conciencia de autodefensa para volver vivas a nuestras casas, porque vivas nos queremos.