Los cuentos de este libro son historias al límite. Fernando Yacamán sabe proyectar esa atmósfera en la que los personajes pueden diluirse en una maldición o en un gesto de asombro. No son historias inocentes, o piezas cuyo objetivo estilístico sea impresionar. Nada. Están cargadas de vida, desde una visión realista, hasta una fantástica, pasando por el sentido surrealista, el bizarro y un definido aspecto joyceano que sube la calidad de este conjunto de nueve cuentos desarrollados en un pueblo costero con un alma llamada La Alegría, una cantina que preside la Virgen del Acantilado, la protectora de los amores prohibidos. Un pueblo donde nada es clandestino y su corazón es el sexo, de sexo, o algo así.
Élmer Mendoza