Este ambicioso trabajo de C. J. Robinson constituye un monumental esfuerzo por comprender la historia de la resistencia del pueblo negro desde una perspectiva que se separa de las categorías de pensamiento de la tradición occidental, incluido el marxismo. Los análisis marxistas han tendido a presuponer los modelos históricos y de pensamiento europeos, lo que minimiza la relevancia de las comunidades negras como agentes de cambio y resistencia. Marxismo negro sienta las bases para la recuperación de una tradición radical negra que, si bien en continuo diálogo con otras corrientes, se desarrolla de forma autónoma respecto del radicalismo occidental. Con el fin de ilustrar este argumento, Robinson recorre la historia de Europa desde sus mismos orígenes en la Edad Media. Muestra cómo ciertas categorías raciales están insertas en sus formas culturales y políticas, y cómo estas se amplían y desarrollan a partir de la formación del capitalismo histórico y la expansión europea en el Nuevo Mundo. El capitalismo aparece así, desde el principio, como una formación social profundamente racista, todo lo cual impregna la tradición intelectual europea. A pesar de sus notables esfuerzos en pro de la emancipación universal, el marxismo no logró escapar de esos modos de pensamiento. En este sentido, la reconstrucción de las luchas de resistencia de los negros, desde los palenques y las comunidades de cimarrones hasta la Revolución haitiana y la emancipación estadounidense, apunta a la recuperación de una tradición radical propiamente negra. Es esta tradición lo que acabaron por redescubrir y formalizar grandes figuras intelectuales negras, como W. E. B. du Bois, C. L. R. James y Richard Wrigth, a las que Robinson dedica también un detallado estudio.