La Odisea es el relato del regreso a casa: el accidentado y mítico regreso a Ítaca realiza Ulises, uno de los héroes griegos que participa en la guerra y responsable de la estratagema del caballo de Troya, para volver a su reino junto a su mujer Penélope y su hijo Telémaco.Este viaje durará diez largos años, que se sumarán a los diez ya transcurridos batallando en la guerra de Troya, y será una auténtica odisea en la que le sucederán un sinfín de peripecias gracias a las cuales Ulises «aprende» y evoluciona. Su aventura, modelo de infinidad de aventuras escritas a lo largo de la historia, se organiza en tres partes: la dedicada a Telémaco, la narración del regreso de Ulises, y la venganza final sobre los pretendientes de Penélope. A lo largo de los 24 cantos de la epopeya, Ulises sufrirá la ira de algunos dioses, como Venus, y la ayuda de otros, como Palas Atenea, y sabrá utilizar sus mejores armas, tal su inteligencia y su metis o astucia, para salir airoso de numerosos trances: será seducido por magas como Circe o ninfas como Calíope, perderá a compañeros en las garras de los monstruos Escila y Caribdis, descenderá a los infiernos, escuchará el canto de las sirenas o cegará al cíclope Polifemo, por citar sólo algunos de sus episodios más conocidos.
Homero (en griego antiguo µ???? Hómeros; siglo viii a. C.) es el nombre dado al aedo griego a quien tradicionalmente se le atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, dos extensas epopeyas en hexámetros protagonizadas respectivamente por los héroes Aquiles y Odiseo (más conocido como Ulises), que constituyen el fundamento de la cultura común de los antiguos pueblos griegos y por ende de la cultura occidental. Con el nombre de Homero es muy probable que se aluda al refundidor que en el siglo viii antes de nuestra era recopiló una tradición oral que se remontaba a la civilización micénica del siglo xiii a. C., a finales de la Edad del Bronce, y también es posible que en realidad se tratase de toda una escuela de refundidores, los Homeridai, que literalmente significa «hijos de rehenes», es decir, descendientes de prisioneros de guerra a quienes se les encomendaba el trabajo de recordar la poesía épica local para recordar los sucesos pasados, en los tiempos anteriores a la invención de la literatura escrita.