Conocer el origen y la historia reciente del movimiento LGBT en México debería ser fundamental en nuestros integrantes principalmente para saber de dónde venimos y hacia dónde debemos conducir nuestras demandas sociales pero, sobre todo, para aprovechar que varios de sus pioneros siguen vivos y pueden contar su versión de los hechos. Sin embargo, hay pocos documentos al alcance de la mano que documentan esta historia. Un intento por subsanar esa carencia es el libro Otros nombres del arcoíris (ediciones B, 2018), de Braulio Peralta aunque no lo consigue del todo.
En 2006 Peralta publicó una primera edición de este libro con el nombre de Los nombres del arcoíris y que ahora lo ha complementado con algunas de las columnas que ha publicado en el periódico Milenio. Y creo que justamente ese es el gran defecto de Otros nombres del arcoíris, que al reunir columnas el discurso está deshilvanado, no hubo un trabajo de reescritura ni edición y por eso la información está dispersa, otras veces es repetitiva e incluso contradictoria. Además, el subtítulo de la primera edición, Trazos para redescubrir el movimiento homosexual, se ajustaba más al propósito del libro que el de ésta edición Alegatos contra el machismo; pues de eso se trata este libro, de trazar los apuntes posibles para redescubrir la historia del movimiento homosexual, como escribe Peralta, a través de esos nombres del arcoíris, con apellidos, [que] están surgiendo en la sociedad civil. El propósito es certero, lástima que no lo consiga.
Por si lo anterior fuera poco, el libro tiene algunos textos que están escritos desde el yo y otros en tú (como si el autor se hablara a sí mismo), es un estilo ambiguo que confunde la lectura y es otra muestra de que no hubo trabajo de edición y sólo se metieron las columnas del periódico entre una y otra intentando darles un sentido en el discurso. En algunos hechos de nuestra historia LGBT, Peralta tuvo una participación importante, por eso resulta desconcertante que ponga su vivencia como si fuera en voz de otro (tú que estuviste allí) pues así su testimonio pierda fuerza y veracidad. Eso sin contar el tono aleccionador, casi moralizante, que se escucha en varias partes del libro.