Si las cartas europeas cuentan una novela de iniciación, estas cartas americanas (segundo y último tomo de la serie) ensayan otras formas de narración. La correspondencia enviada a su familia desde New York presenta a un Manuel Puig que ya se siente seguro de su escritura, mientras espera la publicación de La traición de Rita Hayworth: Leí por orden la novela (no la pude terminar porque al final se juntaron muchos paseos) y me produjo una impresión regia, modestia aparte, me parece que me tocó la varita mágica. Los años de residencia en Río de Janeiro, en cambio, muestran el trabajo de un autor consagrado que reparte su tiempo entre nuevas obras, el armado de su extensa videoteca, su rol de conferencista internacional y la revisión de traducciones y adaptaciones teatrales y cinematográficas de sus libros. Todas las cartas de este volumen tienen un rasgo en común: revelan el genio íntimo de Puig, uno de los escritores más importantes de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Sólo de los grandes escritores (Flaubert, Kafka, Proust, Puig) nos interesa leer cartas: es porque sabemos que, en esos casos, las cartas son la continuación de la literatura, por otras vías. No su materia, sino el mismo impulso aplicado en relación con un público más reducido: no la mera intimidad, sino la intimidad impersonal propia del arte. Gracias a este epistolario Puig vuelve a cautivarnos como siempre, como la primera vez (como en La traición de Rita Hayworth, como en Cae la noche tropical). Nos interesa (porque Puig sigue siendo el más grande de nuestros novelistas) lo que Coco tenga para decir sobre el mundo, sobre nuestro propio futuro. (Daniel Link)