Pocas veces el lector tiene la oportunidad de conocer y visitar larga y detenidamente el estudio donde el escritor fabula. Ésta es esa oportunidad.
Para estas crónicas he usado fragmentos, los de no-ficción, de novelas mías a cuyos personajes restituyo sus nombres reales. En ocasiones prevengo que por unas líneas volveré a los nombres ficticios porque tienen significado simbólico, metafórico: Esaú y sus lentejas, Abel
Otras, como al final de este libro, porque me abruma la primera persona al momento de escribir y busco el escudo lacedemonio con el que alguna vez pude entrar, si bien lluviosamente, porque siempre volvemos al peligro pasado, al dédalo en que acechan Minotauros, amados y ansiados Minotauros. Y firmar en la arena, donde las olas borran: Por siempre, tu Odiseo.