Desde sus inicios, el cine asimiló de la literatura varios de sus géneros, transformándolos de acuerdo con su lenguaje, es decir, imágenes en movimiento. En los libros sobre cine, el lenguaje transita en sentido contrario, pues se interpreta la obra cinematográfica con la palabra escrita, como análisis, crítica, homenaje y reconocimiento.
El Instituto Mexicano de Cinematografía se complace en ofrecer en este volumen valiosos testimonios acerca de una de las pocas personalidades del quehacer cinematográfico nacional que dedicaron su obra al género del terror: Carlos Enrique Taboada. Guionista, realizador, estudioso del terror y fino observador de las mujeres, Carlos Enrique Taboada utiliza esas criaturas temerosas y temibles como testigos de la irrupción en lo cotidiano de un hecho insólito y maligno, narrado con maestría desde el suspenso. En gran parte de su filmografía son usualmente atractivas jóvenes -en ocasiones adolescentes-, representantes de la modernidad, quienes definen la trama de sus películas, la estructuran, ocasionan el conflicto, lo justifican...
Los cuentos de terror, mezcla de supersticiones, leyendas y pesadillas, donde las ideas de la vida, la muerte, el bien y el mal se interpretan en el cine como un paseo por la oscuridad, el misterio y lo oculto, fueron abrevadero para el cine de Taboada, como hoy sus películas lo son para numerosos cineastas mexicanos contemporáneos. Debemos a la curiosidad y al rigor de Pablo Guisa, artífice además del rescate del género en uno de los festivales de cine más originales que hoy existen en México, este retrato de un creador emblemático del cine mexicano.
