Violetta es un personaje irritante y cautivador, que probablemente revolverá las vísceras a más de un lector... su creador ha cumplido el sueño de todo buen novelista: condensar en un personaje el espíritu de una época. Enrique Serna, Letras Libres
Soy el cordero que le saca lo cerdo al buen pastor, pero también lo buen pastor al cerdo. ¿No te parece lógico que a mi Diablo Guardián le digan Pig?
Huyó de casa: pasó a llamarse Violetta, se puso a hablar inglés, dejó de ser rubia, renegó de la insaciable clase media, aprendió a desnudarse por dinero, robó cien mil dólares a sus padres y aterrizó en Nueva York para vivir el sueño mal habido. Nada mal para una dulce quinceañera.
Pero como gastar dinero es mejor que contarlo, la estafadora en serie termina en el hocico seductor de Nefastófeles, y vive su forzada vuelta a México como clavado en un pozo sin fondo. Hasta que se topa con Pig, publicista con vuelos de poeta, que hará de su diablo de la guarda cuando no queden ángeles que le quieran cuidar un solo centímetro de las espaldas.
A quince años de su primera aparición, Diablo Guardián conserva su frescura, su vigencia y su poder de hechizar y provocar por medidas iguales. Una primera novela en la que ya se leen todas las marcas del estilo y la imaginación.
Natural de San Ángel, al sur de la Ciudad de México. Hijo único. Nieto favorito. Fabulador temprano. Alumno renegado. Amigo de los perros. Descendiente exaltado del punk británico y el boom latinoamericano, entiende la ficción como bandidaje y se asume secuaz de sus protagonistas. Obtuvo el VI Premio Internacional Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es asimismo autor de Éste que ves, Puedo explicarlo todo, La edad de la punzada, Los años sabandijas (novelas), El materialismo histérico (relatos) y Luna llena en las rocas (crónicas). Publica la columna Pronóstico del clímax en el diario Milenio, entre otras colaboraciones periodísticas. Más allá de todo ello, encuentra extravagante que haya vida después de David Bowie.