Aventar la piedra y levantar la mano es la prerrogativa más perruna que humana, por lo visto de quien escribe cartas.
Abiertas como venas, atentas a la cruel complicidad de los lectores, estas veinticinco cartas recorren todo el espectro de lo mordaz a lo entrañable, pasando por la palabra de amor adolescente, el ajuste de cuentas y la declaración de genes y principios. En primera instancia, representan atisbos de diálogo con personajes individuales o colectivos, abyectos o adorables, icónicos o insignificantes. Pero cada destinatario va abonando a la colección de temas que han obsesionado a Xavier Velasco en toda su carrera: la educación sentimental de los instintos más bajos, la hipocresía, la escritura como razón de vida o como trampa, el amor incondicional de la familia bípeda o cuadrúpeda. La prosa consumada de su autor, su capacidad para el retrato exacto y la sátira sin cortapisas, hacen de este epistolario una prueba de que, en las manos adecuadas, la misiva puede ser un arma tan filosa y letal como el abrecartas.
Natural de San Ángel, al sur de la Ciudad de México. Hijo único. Nieto favorito. Fabulador temprano. Alumno renegado. Amigo de los perros. Descendiente exaltado del punk británico y el boom latinoamericano, entiende la ficción como bandidaje y se asume secuaz de sus protagonistas. Obtuvo el VI Premio Internacional Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es asimismo autor de Éste que ves, Puedo explicarlo todo, La edad de la punzada, Los años sabandijas (novelas), El materialismo histérico (relatos) y Luna llena en las rocas (crónicas). Publica la columna Pronóstico del clímax en el diario Milenio, entre otras colaboraciones periodísticas. Más allá de todo ello, encuentra extravagante que haya vida después de David Bowie.